Ha llegado la hora. Hoy hacemos nuestro viaje más… espinoso. No tiene porque ser muy largo, ni extremadamente duro. Casi puedo asegurar que no libraremos batalla alguna, y que esta procelosa mar no traerá tormentas que pongan en peligro nuestro flote. Es más, tampoco sufriremos bajas en la tripulación porque ninguna enfermedad asolará la nave.
(RÁFAGA)
Ha llegado la hora. Esta travesía será complicada de afrontar porque nos conduce, de frente, hacia nuestra propia historia. Hoy nos sumergiremos en las entrañas de este galeón, y de muchos otros, para descubrir tesoros tan escondidos como ignorados. Una fortuna humana que durante siglos pobló las bodegas de barcos como éste. Una riqueza que valía su peso en oro, y que por oro se vendía. Podemos confundir sus oscuras pieles con el color de la madera, ah, pero nunca conseguiremos perder de vista el resplandor de los blancos diamantes que brotan de sus bocas. ¿Cuántas de esas sonrisas permanentes han viajado hacia un destino aún más incierto que el nuestro? Una, dos, tres… tres más tres… seis…
(RAFAGUILLA)
Ha llegado la hora. El minuto en el que dejarán de ser números, para convertirse en identidades, tan singulares cada una como plurales en su conjunto. Nuestras ondas hertzianas les brindarán hoy todo su espacio… y su tiempo.
(RAFAGUILLA)
(RÁFAGA)
Ha llegado la hora. Esta travesía será complicada de afrontar porque nos conduce, de frente, hacia nuestra propia historia. Hoy nos sumergiremos en las entrañas de este galeón, y de muchos otros, para descubrir tesoros tan escondidos como ignorados. Una fortuna humana que durante siglos pobló las bodegas de barcos como éste. Una riqueza que valía su peso en oro, y que por oro se vendía. Podemos confundir sus oscuras pieles con el color de la madera, ah, pero nunca conseguiremos perder de vista el resplandor de los blancos diamantes que brotan de sus bocas. ¿Cuántas de esas sonrisas permanentes han viajado hacia un destino aún más incierto que el nuestro? Una, dos, tres… tres más tres… seis…
(RAFAGUILLA)
Ha llegado la hora. El minuto en el que dejarán de ser números, para convertirse en identidades, tan singulares cada una como plurales en su conjunto. Nuestras ondas hertzianas les brindarán hoy todo su espacio… y su tiempo.
(RAFAGUILLA)
Ha llegado la hora. El segundo en el que nos reencontramos con ellos en el fondo de este galeón, y juntos subimos a cubierta, ¡hasta la cofa!... Y ahora si,... ahora… desde lo más alto, ya podemos esperar con paciencia a que llegue ese día. A desembarcar en nuestra deseada, ay… no, no, hoy es su deseada, su anhelada, su tristemente utópica… Ciudad Invisible.
FUNDIR CON TRAZOS DE HISTORIAS DESEMPOLVADAS
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