Si una virtud tiene que tener un gran capitán, esa debe ser la de tener buena vista. Puede no ser intrépido, no tener dotes de mando, o incluso, ¡no saber nadar! ... Pero lo que no le puede faltar, sin duda, son un par de buenos ojos avispados.
(RÁFAGA)
¿Qué porqué? Los ejemplos son numerosos. Primero, a la hora de comprar eficientes esclavos. Los futuros galeotes esperan resignados en fila a que ambas partes de este negocio lleguen a un acuerdo. Y para hacer una buena adquisición es importantísimo saber apreciar las dotes de cada hombre. Cualquiera de nosotros nos fijaríamos en sus brazos, en sus piernas, incluso en sus dientes, para ver si goza de buena salud. Sin embargo, un buen comprador de esclavos lo que hace es mirarle fijamente a los ojos. A través de ellos descubrirá si en su interior tiene ese espíritu marinero, que es el que realmente le permitirá seguir remando en esta procelosa mar cuando las fuerzas flaqueen.
(RÁFAGA)
Ya metidos en cubierta, ¡cuán importante es saber avistar! ¡Oh!, imagínense por un momento, un capitán ciego. Los hay cojos, que incluso gozan de buen prestigio y de fama aterradora. ¿Pero ciego? Dónde se ha visto capitán alguno que no pueda vocear “barco pirata”, porque no ve ni la nave, ni el pirata. ¡Ay, no! imposible. Debe poder reconocer, con catalejo o sin él, cualquier bandera negra que se acerque a través de las ondas hertzianas, aún estando a varias millas. También debe poseer mirada analítica para descifrar los cambios de viento y marea, y mirada imponente para dar órdenes a la tripulación.
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¿Qué porqué? Los ejemplos son numerosos. Primero, a la hora de comprar eficientes esclavos. Los futuros galeotes esperan resignados en fila a que ambas partes de este negocio lleguen a un acuerdo. Y para hacer una buena adquisición es importantísimo saber apreciar las dotes de cada hombre. Cualquiera de nosotros nos fijaríamos en sus brazos, en sus piernas, incluso en sus dientes, para ver si goza de buena salud. Sin embargo, un buen comprador de esclavos lo que hace es mirarle fijamente a los ojos. A través de ellos descubrirá si en su interior tiene ese espíritu marinero, que es el que realmente le permitirá seguir remando en esta procelosa mar cuando las fuerzas flaqueen.
(RÁFAGA)
Ya metidos en cubierta, ¡cuán importante es saber avistar! ¡Oh!, imagínense por un momento, un capitán ciego. Los hay cojos, que incluso gozan de buen prestigio y de fama aterradora. ¿Pero ciego? Dónde se ha visto capitán alguno que no pueda vocear “barco pirata”, porque no ve ni la nave, ni el pirata. ¡Ay, no! imposible. Debe poder reconocer, con catalejo o sin él, cualquier bandera negra que se acerque a través de las ondas hertzianas, aún estando a varias millas. También debe poseer mirada analítica para descifrar los cambios de viento y marea, y mirada imponente para dar órdenes a la tripulación.
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Pero la labor ocular más importante que desempeña, y para la que debe ser como gato en la noche, es atisbar, cuando llegue el gran día, esa utópica tierra prometida. Puede estar lejos o cerca, ser grande, ¡enorme!, o pequeña, minúscula como una miniatura. Aún así, él y sólo él, deberá reconocerla, y bajo el grito de “quimera a la vista”, nos avisará a todos de que, por fin, habremos llegado a nuestra deseada Ciudad Invisible.
FUNDIR CON MIRADA OSCURA DE GATO ALBINO
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