Impresiona ver como cambian las travesías en verano. En jornadas frías son…yo diría que…extremadamente tranquilas. Las bajas temperaturas parecen dejarnos congelados. Los galeotes permanecen inmóviles en sus bancos de madera, y sólo se puede apreciar el movimiento, rítmico pero pausado, de sus brazos remando. En cubierta, el capitán se puede pasar horas en la proa, intentando avistar con su catalejo posibles enemigos. Y el resto de la tripulación se reúne en los camarotes, a buen resguardo, como si quisieran retener los pocos grados que aún permanecen en su piel.
(RÁFAGA)
Pero, ¡ay!, en verano. En estos meses presentes el sudor corporal se intensifica, hasta desprender “agradables” perfumes marineros. Y no sólo se debe a que la navegación se vuelve más ajetreada y se multiplican las batallas con naves piratas. Es, sobretodo, por el ritmo de fiesta que llevamos en la sangre. Es cómo si ésta se calentara con el implacable sol que reina sobre nuestras cabezas, y provocará unas ganas irrefrenables de actividad ociosa, de jolgorio. Organizamos comilonas, aullamos cánticos de grandes lobos de mar, bailamos de proa a popa… ¡Hasta las ondas hertzianas tiemblan con nuestras juergas!
(RÁFAGA)
Pero el clímax de la fiesta estival llega cuando se acercan los días festivos; días como hoy, en los que ya avistamos las señas de humo que nos hacen desde pueblos cercanos y, como si fuéramos indios, desciframos su mensaje. Hoy dejaremos atrás esta procelosa mar y uniremos nuestra fiesta a la que organizan en tierra firme. ¡A disfrutar se ha dicho!
(RÁFAGA)
Sólo nos asalta una duda,… si llegáramos a nuestro destino antes de que el astro rey dejara de calentar, ¿también nos encontraríamos en la utopía un mundo de actuaciones? ¿Existirá el reino de los festivales en nuestra ansiada Ciudad Invisible?
(RÁFAGA)
Pero, ¡ay!, en verano. En estos meses presentes el sudor corporal se intensifica, hasta desprender “agradables” perfumes marineros. Y no sólo se debe a que la navegación se vuelve más ajetreada y se multiplican las batallas con naves piratas. Es, sobretodo, por el ritmo de fiesta que llevamos en la sangre. Es cómo si ésta se calentara con el implacable sol que reina sobre nuestras cabezas, y provocará unas ganas irrefrenables de actividad ociosa, de jolgorio. Organizamos comilonas, aullamos cánticos de grandes lobos de mar, bailamos de proa a popa… ¡Hasta las ondas hertzianas tiemblan con nuestras juergas!
(RÁFAGA)
Pero el clímax de la fiesta estival llega cuando se acercan los días festivos; días como hoy, en los que ya avistamos las señas de humo que nos hacen desde pueblos cercanos y, como si fuéramos indios, desciframos su mensaje. Hoy dejaremos atrás esta procelosa mar y uniremos nuestra fiesta a la que organizan en tierra firme. ¡A disfrutar se ha dicho!
(RÁFAGA)
Sólo nos asalta una duda,… si llegáramos a nuestro destino antes de que el astro rey dejara de calentar, ¿también nos encontraríamos en la utopía un mundo de actuaciones? ¿Existirá el reino de los festivales en nuestra ansiada Ciudad Invisible?
FUNDIR CON MAREJADA-MAREJADILLA FESTIVALERA
No comments:
Post a Comment