CUADERNO DE BITÁCORA DE LA CIUDAD INVISIBLE
Ella. A veces lejana, en ocasiones, más cercana, pero siempre ella. Cuando creo, ilusoriamente, que viene hacia mí, el cuerpo se me estremece. ¿Sabes cuál es esa sensación del reencuentro eternamente deseado?
(RÁFAGA)
La tengo siempre en mi cabeza, en cada una de mis travesías vitales. Y cuando consigo, por momentos, olvidarla, ella me atrae con sus cantos de sirena. Dulce voz melódica, suave, aterciopelada, que recorre las ondas hertzianas que nos separan, hasta llegar a mi. Entonces me florece un sentimiento de culpabilidad por haberla relegado a la esquina de mis recuerdos. Y consigue, como niña caprichosa, volver a ser el centro de mi atención, mi única preocupación, mi vida. Y es que sólo ella consigue despertar en mis adentros un instinto maternal, irracional como pocos, que me lleva a cuidarla, incluso en la distancia.
(RÁFAGA)
Es perfecta. A veces, cuando asciendo a la cofa de mis pensamientos, casi consigo ver su silueta, ondulante, curva, cual fémina. Pero, en seguida desaparece. Yo la persigo desesperada, aún sabiendo que es inútil. Ella siempre escapa a través del espacio-tiempo, reclamando su jovial independencia.
En ocasiones sueño que duerme en el regazo de mis ilusiones, que un día despertaré y la tendré a mi lado, para siempre.
(RÁFAGA)
Y sé que al final de este viaje acabaré estando a su lado, porque ella es la que alberga todas mis esperanzas, es quizá la que nunca me defrauda, porque la conozco, porque sólo yo sé que me espera. Por eso, no pararé hasta encontrarla. Ella, mi querida, Ciudad Invisible.
Ella. A veces lejana, en ocasiones, más cercana, pero siempre ella. Cuando creo, ilusoriamente, que viene hacia mí, el cuerpo se me estremece. ¿Sabes cuál es esa sensación del reencuentro eternamente deseado?
(RÁFAGA)
La tengo siempre en mi cabeza, en cada una de mis travesías vitales. Y cuando consigo, por momentos, olvidarla, ella me atrae con sus cantos de sirena. Dulce voz melódica, suave, aterciopelada, que recorre las ondas hertzianas que nos separan, hasta llegar a mi. Entonces me florece un sentimiento de culpabilidad por haberla relegado a la esquina de mis recuerdos. Y consigue, como niña caprichosa, volver a ser el centro de mi atención, mi única preocupación, mi vida. Y es que sólo ella consigue despertar en mis adentros un instinto maternal, irracional como pocos, que me lleva a cuidarla, incluso en la distancia.
(RÁFAGA)
Es perfecta. A veces, cuando asciendo a la cofa de mis pensamientos, casi consigo ver su silueta, ondulante, curva, cual fémina. Pero, en seguida desaparece. Yo la persigo desesperada, aún sabiendo que es inútil. Ella siempre escapa a través del espacio-tiempo, reclamando su jovial independencia.
En ocasiones sueño que duerme en el regazo de mis ilusiones, que un día despertaré y la tendré a mi lado, para siempre.
(RÁFAGA)
Y sé que al final de este viaje acabaré estando a su lado, porque ella es la que alberga todas mis esperanzas, es quizá la que nunca me defrauda, porque la conozco, porque sólo yo sé que me espera. Por eso, no pararé hasta encontrarla. Ella, mi querida, Ciudad Invisible.
FUNDIR CON PÍLDORA DE FEMINIDAD
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