No es el trabajo arduo el que convierte a los tripulantes en personas de mala vida. Cada faena no supone mayor esfuerzo que la anterior. Pero cuando uno de nosotros pasa a mejor vida, no decimos con ello que asciende a ningún paraíso celestial, sino que abandona las encomiendas sudorosas y angustiantes, para encargarse de otras labores más placenteras. Y cuando uno es consciente de esas otras tareas, continuar remando se convierte en un tortuoso calvario, que nos recuerda que seguimos marcados por el sufrimiento…
[RÁFAGA]
Los golpes de tambor son los que nos hacen batir las aguas de esta procelosa mar con una energía que nosotros mismos dudamos tener. Una y otra vez, retumba en la galera ese sonido seco, rítmico, que se acompasa con la tensión que soporta nuestro cuerpo en cada batida. Algo sorprendente ocurre al empujar las grandes palas de madera. El gemido de nuestros músculos se acompasa al ritmo de nuestros bramidos, y nace una melancólica y triste melodía que parece salida de las entrañas del mismísimo infierno…
(RÁFAGA)
La llamada del timbal, y la respuesta de nuestros movimientos…una y otra vez…, el golpe del látigo y el sudor sangriento…Tenemos cuerda para rato y aguantamos en trance gracias a la música que nace de esta fatigosa labor. La composición surge del lamento que llevamos en nuestras almas y en nuestros orígenes. Y las notas no son más que el quejido de esa esclavitud que soportamos.
(RAFAGUILLA)
El llanto del oprimido se convierte hoy en la sintonía de nuestro viaje espacio-temporal, y será el que nos guíe por las ondas hertzianas, pero esperemos que desaparezca por siempre el día que lleguemos a aquella que un día fue, y siempre será, la anhelada Ciudad Invisible.
[RÁFAGA]
Los golpes de tambor son los que nos hacen batir las aguas de esta procelosa mar con una energía que nosotros mismos dudamos tener. Una y otra vez, retumba en la galera ese sonido seco, rítmico, que se acompasa con la tensión que soporta nuestro cuerpo en cada batida. Algo sorprendente ocurre al empujar las grandes palas de madera. El gemido de nuestros músculos se acompasa al ritmo de nuestros bramidos, y nace una melancólica y triste melodía que parece salida de las entrañas del mismísimo infierno…
(RÁFAGA)
La llamada del timbal, y la respuesta de nuestros movimientos…una y otra vez…, el golpe del látigo y el sudor sangriento…Tenemos cuerda para rato y aguantamos en trance gracias a la música que nace de esta fatigosa labor. La composición surge del lamento que llevamos en nuestras almas y en nuestros orígenes. Y las notas no son más que el quejido de esa esclavitud que soportamos.
(RAFAGUILLA)
El llanto del oprimido se convierte hoy en la sintonía de nuestro viaje espacio-temporal, y será el que nos guíe por las ondas hertzianas, pero esperemos que desaparezca por siempre el día que lleguemos a aquella que un día fue, y siempre será, la anhelada Ciudad Invisible.
FUNDIR CON PURO SONIDO BLUES